APORTE PARA REFLEXIONAR
ANTÁRTIDA ARGENTINA y LÍMITES DE TIERRA DEL FUEGO
Autor: Equipo Hielo Azul

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4. CONSIDERACIONES PARA LA DEMARCACIÓN DEL SECTOR

“El problema con los británicos fue de difícil solución, puesto que fundaban sus derechos en la ocupación ilegal de las Islas Malvinas y se habían llegado a producir enfrentamientos armados en algunas oportunidades durante los veranos australes, épocas en que las naves de la marina británica se encontraban patrullando aguas antárticas y los buques de la armada argentina se encontraban reabasteciendo las instalaciones antárticas.” (Licenciado Eugenio Genest – 2004/ Política Antártica Argentina - DNA.)

La Comisión Nacional del Antártico, creada en 1940, fijó los límites definitivos vigentes del Sector Antártico Argentino en 1946, basándose en el ‘Principio de los Sectores’ surgido de la Conferencia de Berlín de 1884 por la cuestión del África y aplicado luego en el Ártico a partir de 1907, cuando el senador canadiense Pascal Poirier la adaptó para justificar reclamos hacia el Polo Norte.

Poirier postuló la teoría como una variante del principio de contigüidad geográfica, señalando que las regiones polares no son más que prolongaciones de los países que rodean al polo norte, y por lo tanto deben estar bajo la soberanía de esos países, de acuerdo a la regla jurídica que establece “lo accesorio sigue la suerte de lo principal”.

Propuso que se debían trazar sobre la superficie terrestre, desde las extremidades de los territorios circumpolares de cada país, líneas convergentes hacia el polo mediante los meridianos, quedando “todo lo que se encuentre entre dichas líneas bajo la pertenencia del país respectivo.”

Las líneas formarían un cono (o triángulo esférico) con vértice en el polo norte.

Además de aspectos geográficos, históricos, jurídicos y diplomáticos, la Comisión examinó también parámetros científicos, como los gravimétricos, geológicos y glaciológicos, aproximándose a la comprensión de la naturaleza mutable del continente al analizar eras pasadas, presente y prospectivas factibles que permitieron trazar una demarcación argentina perdurable y sólida basada en doctrinas y fundamentos ajustados a derecho.

Los componentes físicos del planeta Tierra en su parte externa son básicamente cinco:

1. Atmósfera: Gases/ aire; tiene un grosor de unos 1.000 km Básicamente se divide en tres capas:

IMAGEN: corteza terrestre y sus partes interiores

2. Hidrosfera: todas las aguas del planeta, incluidos océanos, mares, lagos, ríos y aguas subterráneas.

3. Litosfera: Corteza rígida de suelos continentales e insulares emergidos que tiene un grosor de 80 km promedio. Sumergida en océanos la litosfera alcanza hasta un máximo de 10 km de grosor. Se presenta dividida en placas tectónicas que se desplazan lentamente sobre la astenósfera o capa dúctil, compuesta por materiales fluidos, que se encuentra bajo la litosfera, pero en el manto superior.

4. Biosfera: conjunto de seres vivos y sus hábitats, que contribuyen a conformar; abarca todas las especies, desde bacterias y hormigas hasta ballenas y elefantes, pues conforman la biomasa del planeta: los humanos estamos incluidos.

5. Criosfera: hielo marino, la cubierta de nieve estacional, glaciares de montaña, permafrost (suelos congelados) y capas de hielo (calota glaciar) a escala continental. Esta última condición prevalece y determina a la Antártida, que también contiene a las otras cuatro.

Todos estos componentes interactúan en el sistema climático, pero existen factores externos, como las fluctuaciones en las emisiones solares, o los cambios en los parámetros orbitales de la Tierra respecto al Sol: estos son ‘forzantes externos’ puesto que no son modificados si el clima de la tierra se calienta o enfría.

Sabemos que la mayor parte del suelo firme continental antártico estaba -y aún está- cubierto por una gruesa corteza de hielo o calota glaciar que promedia los 2.000 metros y supera en zonas los 3.600 metros de espesor; su contorno variable permanecía -y permanece- conformada por ‘barreras flotantes’ de hielo glaciar que desbordan como macizos ‘balcones’ sobre el mar, producto del lento movimiento de esa costra hacia la periferia, provocado por el peso que ejerce la calota sobre sí misma.

Los mares, a la vez que erosionan esas barreras por mayor temperatura y la presión de las mareas, también las ‘sostienen’ por debajo; a su vez se congelan formando extensas banquisas y campos de hielo marino de diverso espesor y antigüedad que atrapan témpanos, escombros y fragmentos desprendidos de las barreras.

Esta periferia muta estacionalmente creciendo o mermando su ‘pack ice’ o escamas de hielo fragmentadas de las banquisas, conforme la radiación solar que reciba y las temperaturas promedio de las corrientes marinas y los vientos.

En la etapa actual -tal vez cíclica-, nos encontramos en un retroceso de los glaciares a escala mundial, acelerada por el fenómeno del calentamiento global.

IMAGEN: Infografía de Clarín explicando el comportamiento de las barreras de hielo glaciar (datos IAA)

Los pioneros consideraban ‘eternos’ a esos hielos de gran espesor que cubrían como ‘tapas’ los mares periféricos, creciendo o decreciendo según lo observaron durante los veranos polares.

Su solidez los hacía transitables y habitables al igual que suelos emergidos, instalando allí campamentos y Bases científicas, como nuestra Base Belgrano 1 ya reemplazada y desaparecida en el mar, como fue previsto: instalada en enero de 1955, contaba con casa-alojamiento de personal, cocina, depósitos, talleres y dependencias debajo de la superficie, en túneles de hielo.

Respecto al mar congelado, esta mutación estacional de los contornos hace que aún en el presente se realicen patrullas -para acondicionamiento de refugios, exploración científica y otros fines-, aprovechando las temporadas de mar congelado para desplazarse en travesías con esquíes, motos y vehículos.

Se confeccionan Cartas detalladas anuales de rutas y regiones transitadas, que pueden variar al año siguiente, presentándose más seguras o más riesgosas en igual estación.

Al efectuar la demarcación de 1946 no era previsible el fenómeno actual del incremento alarmante de temperatura promedio mundial o la disminución de la capa de ozono; por eso se contempló también la posibilidad futura de un fenómeno inverso: un enfriamiento que provocase otra pequeña glaciación, donde la Antártida creciera hacia su periferia transformando los mares en gruesos hielos habitables y transitables, en forma similar a la morfología del Ártico hacia el Polo Norte.

No existían entonces datos satelitales, pero era fácil advertir que en los hielos antárticos emergían cadenas montañosas, mientras en el Ártico no.

Así determinaron que se trataba de un verdadero continente de suelo firme y no de una gran isla de masas de hielo flotante, como en las regiones polares del Norte, donde sus mares congelados, al recibir densas nevadas por milenios, sostienen a los gruesos glaciares (agua ‘destilada’ sólida) que se forman en la superficie emergida.

Hoy nos asombra ver colapsar las barreras antárticas: nuestra Base Matienzo, instalada en el nunatak Larsen, fue concebida para operar aviones con tren de aterrizaje de esquíes sobre los hielos macizos -de la Barrera de Hielo Larsen-, que la rodeaban. Hoy esta barrera desapareció casi en su totalidad, transformándose en aguas del mar de Weddell.

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