EL CENTENARIO ORCADENSE
por el Suboficial Ayudante Eustaquio Abel MOLAS
Meteorologista de la Fuerza Aérea Argentina
Integrante de las Campañas Antárticas 1992 (Orcadas) y 1997 (Marambio).

Debido a la escasez de ballenas en las aguas heladas del Mar Glacial Ártico, las factorías balleneras buscaron nuevos horizontes en los desconocidos, hasta ese momento, fríos mares del Sur. Es así como el Capitán Smith en 1819 descubre las Islas Shetland del Sur, en el norte de la Península Antártica. La devastación de las focas y los elefantes marinos fue tal, que diez años más tarde a la Isla Elefante sólo le quedó el nombre.

Siempre con el mismo afán de encontrar nuevos lugares para explotar, el ballenero James Monroe al mando del buque “Capitán Palmer” y el buque “Dove” al mando del Capitán Powell, se dirigieron al este y el 6 de diciembre de 1821, Palmer descubre una isla que bautizó con el nombre de Coronación, en honor a su majestad Jorge IV, rey de Inglaterra y recientemente coronado. Nueve semanas más tarde James Weddell bautiza, no ya una isla, sino al archipiélago con el nombre de South Orkneys, es decir Orcadas del Sur.

A pesar de que se empieza a navegar desde principio del siglo XIX, cien años más tarde, en el 1900, no se tenía una acabada información sobre las tierras subpolares. Es por eso que la Sociedad Geográfica de Londres y con la colaboración de diversos países organiza una gran Expedición Antártica Internacional. Entre otras expediciones que participan, estuvo la inglesa en el buque científico “Discovery”, bajo las órdenes del capitán Scott y la sueca al mando del geólogo Otto Nordenskjöld en el buque científico Antartic, de la cual participó el alférez de la Armada Nacional don José M. Sobral. La República Argentina también cooperó con aquel Comité Internacional levantando el primer observatorio en la isla de Año Nuevo al norte de la isla de los Estados. Pero la expedición que nos convoca hoy es la que fue organizada por Escocia, al frente de la cual estaba el famoso expedicionario Willams S. Bruce en el buque Scotia. Esta expedición es la que dio origen al observatorio nacional de las Islas Orcadas del Sur.

Por desconocimiento y como ya había ocurrido con otras embarcaciones, el congelamiento de las aguas atrapó al Scotia por lo que científicos y tripulación tuvieron que quedarse durante el invierno de 1903. Sin desanimarse pusieron manos a la obra e instalaron en una pequeña y rudimentaria casa de piedra el primer observatorio meteorológico y magnético en la Antártida. Al finalizar ese largo invierno antártico, más o menos mediados de diciembre, el Scotia se vio liberado del hielo, situación que fue aprovechada para partir a Buenos Aires quedando en las Orcadas el jefe científico, Roberto MoSeleccionadoman, y un grupo de hombres para no interrumpir el trabajo.

En Buenos Aires, el doctor Bruce realizó gestiones ante el gobierno nacional para que este prosiguiera con las observaciones y ofreció transportar a los expedicionarios argentinos que se harían cargo. Es así como el entonces presidente Julio A. Roca firma el decreto fechado el 2 de enero de 1904 y por el cual autoriza al jefe de la Oficina Meteorológica Argentina, hoy el Servicio Meteorológico Nacional, a recibir la instalación ofrecida por el señor William Bruce, y a establecer un nuevo observatorio. De esta manera la Argentina tomó posesión de las Orcadas, hecho que se mantiene hasta la actualidad pues el próximo 22 de febrero de 2004 se cumplirán 100 años de posesión en forma ininterrumpida. Al mismo tiempo e impulsado por el doctor Francisco P. Moreno, se producía otro hecho notable de la administración civil, pues se estableció el primer correo antártico argentino y cuyo matasellos hoy en día es muy requerido por los coleccionistas, ya que a pesar del tiempo sigue siendo un lugar poco accesible.

Hasta 1922 se utilizó la heroica Corbeta Uruguay para realizar los relevos anuales de las dotaciones orcadenses. La Corbeta Uruguay, ustedes recordarán, es aquella que salvó a los expedicionarios suecos que estaban al mando del geólogo Nordenskjöld y que habían quedado atrapados por los hielos en la isla Cerro Nevado, que casualmente está frente a lo que hoy es la isla Marambio y donde sesenta y ocho años más tarde se inauguraría la primera pista de aviones estableciendo un puente aéreo que rompería el aislamiento invernal, pues los aviones pueden ir a la Antártida durante todo el año, sin necesidad de esperar el deshielo.

Pero volviendo a los viejos tiempos, después de la Corbeta Uruguay, los relevos se realizaron con buques de la Armada Nacional y transportes balleneros, vía las Georgias del Sur. Entre los buques que han participado de aquellas arriesgadas proezas, podemos citar al rompehielos “San Martín” apodado el Sapito, esto se debe a que no abría el pack de hielo por choque, sino que subía la proa en el hielo y por el peso lo rompía, es decir se subía al hielo como el sapo al camalote. Ya más cercano a nuestros días se destacó el buque Bahía Paraíso, que si bien no era rompehielos estaba preparado para soportar los embates de las placas heladas. Este tenía como particularidad que fue construido íntegramente en los astilleros navales argentinos, en Buenos Aires. Lamentablemente a fines de los ochenta, tras chocar con bordes rocosos o escollos se hundió. Milagrosamente no hubo víctimas pues lograron llegar todos a salvo a la base más cercana. Por último el buque más conocido por todos, es el Rompehielos Alte. Irízar, nombre puesto en honor al que fuera capitán de la Corbeta Uruguay. Este fue construido en Finlandia, botado en 1982 y que desde esa fecha viene realizando los relevos antárticos no sólo los de Orcadas sino también de las cinco bases argentinas permanentes y de los distintos refugios de verano. Últimamente fue mundialmente conocido pues auxilió al buque científico alemán “Magdalena Olderjok”, como repitiendo el salvataje de la Corbeta Uruguay a los suecos de Nordenskjöld.

Retomando la historia de las Orcadas del Sur, la primera dotación, compuesta por cinco hombres, tres argentinos y dos escoceses, invernó durante todo el año de 1904. Desde 1905 se empezó a construir la segunda casa-habitación que en un principio media 9.50 m de largo por 5.50 m de ancho, totalmente de madera, que los memoriosos sabrán entender, era como una gran heladera, pues sus paredes eran dobles, de 10 cm de espesor y en el medio tenía aserrín. Todo recubierto con varias capas de ruberoid a fin de impedir que se filtren los fuertes vientos. Esta casa es la que hoy se llama “Casa Moneta”, en honor al argentino que invernó allí, durante cuatro años y nueve meses, en 1923, 1925,1927 y 1929. Su nombre completo era José Manuel Moneta y fue quien inauguró la era de las dotaciones integradas totalmente por argentinos, ya que hasta el año 1926 los expedicionarios elegidos por el gobierno argentino eran casi siempre de origen alemán, inglés, noruego, sueco, dinamarqués; hombres de latitudes que tenían que ver con zonas similares a las polares.

También es de destacar que Moneta fue el primer jefe argentino y el que llevó la radiotelegrafía a las Orcadas. El 30 de marzo de 1927 se produjo la primera comunicación entre L R T (Orcadas) y L I K (Ushuaia) y a través de ella con Buenos Aires. Esto probaba algo que hasta el momento no se sabía si era factible, ya que la distancia (unos 3500 Km) y las inclemencias del tiempo eran factores desfavorables para la radiotelegrafía, teniendo en cuenta los equipos de aquella época. Los primeros radiogramas fueron dirigidos al Presidente de la Nación y al Director de la Oficina de Meteorología. Pero sin duda el más importante fue el radiograma del siguiente día firmado por el Director de la Oficina Meteorológica en el que los felicitaba y al final decía “-familias de todos bien”. De esta forma se rompía el aislamiento orcadense. Pero esto no terminaría ahí, pues el 25 de mayo de 1927, una broadcasting de Olivos, es decir una radio, con previa coordinación, trasmitió a sala llena, los discursos del padre de Moneta y luego de los familiares del resto de la dotación. Estos discursos fueron escuchados por los emocionados expedicionarios. Cabe aclarar que si bien podían escuchar radiofonía, lo que no podían era transmitir en radiofonía como lo hacen hoy los radio taxis. Luego sí, vendrían los transmisores a válvulas de radiofonía y hoy por hoy las cosas han cambiado bastante, pues tienen televisión en directo y creo que hasta teléfono.

Con respecto a las comodidades, también hubo cambios, de una casa de 50 m cuadrados pasaron una mucha más cómoda, edificada en 1939, y que fue utilizada hasta los años 60, hoy es la casa de emergencia, que sólo se usa en el verano cuando van las cuadrillas de mantenimiento. La tercera que se construyó era una más moderna, hecha sobre pilotes para no ser tapados por la nieve en el invierno y que tenía compartimentos a modo de sótano, donde estaban casi todas las dependencias, a fin de no tener la necesidad de salir y exponerse al frío. Por esas cosas de la vida, un incendio la devoró por completo. Por último en el año 1982 se construyó una moderna y confortable casa cuya característica principal es que sus paredes son de dobles placas de un plástico ignífugo y en el medio un aislante térmico para soportar las bajas temperaturas. Esta es la vivienda principal que hasta hoy en día se utiliza.

Hasta aquí traté de hacer un paralelismo histórico entre lo que fue y lo que es hoy. Ahora trataré de condensar como era la vida en las Orcadas en aquellos años. Como ya dije, las primeras dotaciones estaban integradas por extranjeros que sabían de vivir en zonas frías pero después de Moneta la historia cambió. Aquellos hombres eran seleccionados en Buenos Aires por el que iba a ser su jefe, y este siempre era un veterano en el tema. Es decir, ya había invernado. Las condiciones de vida eran muy similares a las que se podían vivir en cualquier zona inhóspita de la Argentina, sólo que de allí no se podía volver hasta el próximo año. Por consiguiente los insumos eran calculados para un año y algo más, ya que cabía la posibilidad de pasar dos años. Hay que pensar que la navegación por los mares australes hasta hoy tiene su riesgo, y aún más en esa época, en una de esas el relevo no podría llegar. A esa posibilidad se preparaban psicológicamente los expedicionarios, como así también a que, en caso de enfermedad sólo contaban con un botiquín y unos libros de medicina que en el mejor de los casos decía: “ante cualquier duda consulte con el médico más cercano”.

En cuanto a la comida esta era muy similar a la de los barcos, pues se utilizaba mucha conserva y los productos frescos eran los conseguidos en la zona, en época del verano, cuando llegaban los pingüinos, quienes proveían de huevos y carne similar a la del pato o también conseguían carne de foca o de lobo. Otro producto fresco fácil de obtener en el invierno eran los pescados, pues sobre el mar congelado se hacía un agujero, se tiraban las líneas y al cabo de un rato de levantaba el pique. En cuanto a verduras se acababan muy pronto, y se contaba con la gran habilidad del cocinero para no caer en la monotonía. Para prevenir el escorbuto eran provistos con suficiente jugo de lima y por supuesto también contaban, pero no para prevenir algo en especial, de bebidas fuertes como whisky y coñac. Lo que se refiere a la indumentaria, hay que pensar que el rompevientos no existía, por consiguiente los grandes temporales eran sentidos a pleno. La lana junto con el cuero eran los materiales más usados. En cuanto a la calefacción y cocina eran a carbón y la iluminación a lámparas de kerosén. Recién en 1925, por iniciativa de Moneta, se instaló un grupo electrógeno que más tarde se utilizó para la radio.

La base Orcadas se encuentra sobre un istmo. Este es totalmente plano de forma cuadrangular, flanqueado al norte por la bahía Uruguay, al sur por la bahía Scotia, al este por el glaciar La Monja y al oeste por el cerro MoSeleccionadoman. Este istmo pertenece a la isla Laurie que junto con la isla Coronación son las dos islas más grandes, luego le siguen en tamaño las islas Powell y Signy. En esta última existe actualmente una base inglesa que data de aquellos años y cuyo origen fue un asentamiento ballenero. Completando el archipiélago, existe un grupo numeroso de islas menores.

En cuanto a la vida silvestre, a simple vista no hay nada. Pero mirando más detenidamente toda la zona esta poblada de gaviotas, gaviotines, palomitas antárticas, escúas, petreles y cormoranes. Sin duda los que llenaban y llenan casi todos los espacios son los pingüinos de varias especies y los lobos marinos. Otro animal que llama mucho la atención es el elefante marino que si bien no son tan numerosos ocupan mucho espacio por su tamaño. Con respecto a la flora, esta si prácticamente no existe, sólo en el verano los cerros que no tienen nieves permanentes se cubren con un fuerte color verde, producto de los musgos y líquenes que no pasan mas de los 10 cm de alto y que crecen todos amuchados.

Si algo había que reconocerle a estos hombres es el valor que tenía para viajar tan lejos y sobrevivir durante un año lejos de la civilización. Uno se pregunta que los llevaba a realizar semejante aventura, y creo que hay una sola respuesta, eran “aventureros y expedicionarios”, títulos que en esos años eran muy valorados. Ahora si me preguntan que los llevaban a repetir semejante hazaña, creo que hay que pensar que el lugar los enganchó. Por último me quedo con las palabras de uno de los expedicionarios:

“-Para vivir en las Orcadas, encerrado en el hielo, se necesitan solamente dos cosas: un buen equipo de ropa y una buena dosis de filosofía.”

Si bien esto es muy amplio, al leer el libro se nota que, llama filosofía, a la buena actitud y predisposición a vivir en armonía, sin molestar al otro, respetando todos los lugares y tiempos, de tal modo de no romper el sincronismo en que se insertan, cuando se hacen cargo de sus responsabilidades. Estos hombres, a lo largo de todo el año van cumpliendo etapas, y ellos lo vivían como barreras sorteadas, para luego finalizar con la campaña.

Entre las tareas que tenían que cumplir estaba, la de buscar en la pingüinera huevos de pingüino, tantas docenas como para cubrir gran parte de la campaña siguiente. Otra actividad ya establecida, era entregar la casa totalmente pintada como así también restaurar, si era necesario, el cementerio. Si aunque parezca extraño, en las Orcadas existe un pequeño cementerio compuesto por cinco tumbas, dos de ellas simbólicas. Una pertenece al que fuera el jefe en 1915 y que desapareció una tarde que salió a esquiar. La otra pertenece al radiotelegrafista Fortunato Escobar, fallecido en 1928, y que sus restos fueron traídos a Buenos Aires. Una vez más, pareciera que las historias se repiten, pues ustedes recordaran que no hace muchos años atrás, tres argentinos desaparecieron en una de sus salidas de patrullaje alrededor de la isla. Después de varios días de búsqueda marítima y aérea, el Rompehielos Alte. Irízar y un buque inglés, que fue destacado especialmente por el gobierno de las Islas Malvinas, sólo encontraron el bote y algunas ropas. Sinceramente, la vista del cementerio no da el mejor de los augurios, pero allí están y nos hacen recordar a los hombres que entregaron su vida.

De todos los hechos relatados por Moneta dos son para mí de gran importancia. Uno es que al llegar a las islas Georgias del Sur cuenta que la máxima autoridad es inglesa y que al mismo tiempo flamea nuestra enseña patria sobre una pequeña casa que era la estación meteorológica argentina. Y el segundo hecho, es que al subir a un buque factoría se encontró con un “Custom Official”, es decir un representante de la aduana de Inglaterra. Como vemos esto de la soberanía en los mares australes no es nuevo. Llevamos muchos años disputándonos los derechos y lo que respecta a las Georgias es tan viejo como lo de Malvinas. A modo de anécdota les cuento, que la enseña patria que flameó hasta la llegada de los ingleses en 1982 fue traída por el suboficial Barrero, quien la escondió entre sus ropas, y hoy está en el Museo de la Bandera en Rosario.

Muchos se preguntarán, que hacen allí, en las Orcadas o en la Antártida. En primer lugar desde aquellos tiempos todos los hombres y mujeres que pasaron por allí con su trabajo y permanencia, dicen al mundo entero que aquello es nuestro y en segundo lugar ponen todo de sí, dentro de nuestras posibilidades, para investigar científicamente y a partir de los resultados sacar el mayor provecho, cuando sea totalmente reconocida por el mundo como territorio argentino.

Por último, quiero destacar que en el libro “Cuatro años en las Orcadas del Sur”, Moneta hace hincapié en el sueldo de los expedicionarios. Según él, no era mucho considerando lo riesgoso de la campaña, hecho que hoy no pasa. Los sueldos de los antárticos no son malos y además por ley Nº 20.965 sancionada por el Congreso Nacional en 1973, los que cumplan un año debajo del paralelo sesenta tendrán varios beneficios, como pasajes en avión, créditos hipotecarios y quedan eximidos de impuestos para la comprar un auto. Como lamentablemente pasa en nuestro país, de todo esto, sólo se cumple lo del auto.

Desde el punto de vista político, la Antártida esta enmarcada dentro de la Ley Nº 15.802 la que ratifica el Tratado Antártico Internacional, de 1959, al que adhieren varias naciones de todo el mundo y que básicamente dice:

Posteriormente a largo de todo estos años se fueron firmando otros convenios con distintas naciones, siempre con el espíritu científicos, pero creo que lo más importante es que a partir de 1990 se formó el RAPAL (Reunión de Administradores Programas Antárticos Latinoamericanos), del que participan Argentina, Chile, Ecuador, Perú, Brasil y Uruguay.

Finalmente, me gustaría terminar con las palabras del padre de Moneta en aquella primera comunicación radial del 25 de Mayo de 1927, con voz emocionada Moneta padre decía:

“...Si a los veinte años fuiste entre extranjeros a esas inhospitalarias tierras y reincides después para llegar a ser el más joven jefe argentino, lo que fue tu aspiración, has que siempre conserve orgullo de ser el padre de un muchacho de acción que solo, y por sus propios medios, puja por conquistar su porvenir. Un fuerte abrazo y otro para tus compañeros.”

Esta es una de las tantas hazañas, que por la vertiginosidad de los tiempos de hoy, quedan en el olvido. Por eso tratemos de recordar que el próximo 22 de febrero de 2004, es el día de la Antártida y se cumplen 100 años de permanencia argentina en el continente blanco, en la “Patria Blanca”.


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