Semblanzas de un argentino
Suboficial Principal Expedicionario al Desierto Blanco
Dr. Hernán Sergio GONZÁLEZ SUPERY

El presidente de la Fundación Marambio, Suboficial Mayor FAA (R) VGM-EDB Dr. Juan Carlos LUJÁN, me ha pedido que escriba una semblanza de un argentino ejemplar que fue mi compañero de la Primera Expedición Científica Argentina a la Antártida Continental 1951/52, Suboficial Principal Dr. Hernán GONZÁLEZ SUPERY.

Considero que al hacerlo no solo cumplo con el requerimiento de quien a través de la Fundación que creara y que preside trabaja incansablemente por la difusión del conocimiento de esa parte del Continente Blanco que es tan nuestra como cualquier otra del territorio nacional, sino también que honró la memoria de un patriota ejemplar que es y debe ser una inspiración para muchos conciudadanos que creen que en las cosas fáciles está el triunfo en la vida.

El Dr. González Supery no solo ha sido mi compañero en esa Expedición Polar de la que fui Segundo Jefe sino también mí querido amigo hasta el mismo momento de su fallecimiento.

Su familia compuesta por su esposa Licia, su hija la también doctora Martha y su hijo Sergio, hombre de negocios, es un testimonio cabal de lo que fue la vida de ese hombre que honró a las Fuerzas Armadas, al juramento de Hipócrates y a su amada patria.

Al escribir estas líneas también les rindo homenaje a ellos como herederos de las virtudes del Dr. González Supery.

Sus años juveniles no fueron fáciles y allí comenzó a templar su vida para los desafíos que afrontaría mas adelante.

Cuando ingresó a la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral sabía que esa no era su meta final sino el comienzo de una carrera que se expandiría más allá del Ejército Argentino.

Su egreso de ese instituto como número uno de su promoción fue una evidencia indiscutible de sus cualidades.

En su afán por el conocimiento leyó el libro "Cuatro Años en las Orcadas del Sur", del que fue autor Juan Manuel Moneta y en su juvenil pujanza decidió que él también seria parte de expediciones de esa naturaleza por lo cual solicitó a la Superioridad Militar se lo considera en empresas futuras dentro de su especialidad como radiotelegrafista.

Sorpresivamente fue destinado a Covunco, en la Provincia de Neuquén, que no era un lugar de los mejores cotizados entre los destinos militares para quien fue el primero de su camada.

Ante su pregunta por las razones se le contestó que si deseaba ir a la Antártida ese era un buen lugar para que se preparara.

Tiempo después recibió un radiograma preguntándole si mantenía su deseo a lo que contestó afirmativamente.

El próximo paso fue su entrevista con el Coronel Hernán Pujato en Buenos Aires quien, sin titubearlo, lo incorporó a la empresa en preparación junto al Sargento Ayudante radiotelegrafista Juan Haroldo Riella, otro hombre de sobresalientes cualidades.

Ambos formaron un sólido equipo sumando sus condiciones personales y conocimientos para una empresa donde no había tiempo para perder y donde mucho de su éxito dependía de la iniciativa de sus participantes sin apartarse de las directivas generales dadas y controladas por el Coronel Pujato.

La honorabilidad del entonces Cabo Mayor González Supery quedó demostrada cuando después de efectuar la compra de dos motores Armstrong de elevado precio el comerciante le pregunto "donde le deposito su comisión?" por la transacción.

La respuesta fue tajante e inmediata: "descuéntela del precio de la compra", que fue lo que se hizo. Debo resaltar que cuando llegó el momento de incorporarse a la empresa polar él ya estaba preparando su ingreso a la Facultad de Medicina.

Eso es otra prueba más de una férrea determinación que puso en evidencia en todos los actos de su vida.

Su trabajo en la Base San Martín, de la que fue co-fundador, también fue excepcional.

En asociación con Juan Haroldo Riella y a costas de enormes sacrificios y riesgos prontamente levantaron las antenas rómbicas que permitieron que la base comenzara sus tareas como Centro Meteorológico trasmitiendo diariamente sus meteoros.

Su trabajo no se limitó a su misión en la sala de radiotelegrafia, muy por el contrario, siempre fue voluntario para cualquier otra tarea que hacían a la vida de la Base.

A su regreso a Buenos Aires fue destinado a la División Electrónica del Estado Mayor General del Ejército pero él necesitaba más que eso.

A pesar de la diversidad de sus funciones su indomable espíritu en 1955 lo llevo nuevamente a la Antártida por otro año, esta vez a la Base Esperanza.

Con toda perseverancia y entusiasmo siguió sus estudios y se recibió de médico en el año 1965 y se retiró del Ejército para dedicarse a su nueva y muy noble misión.

Si triunfó en el ámbito militar también lo hizo como médico, en 1975 obtuvo su nuevo titulo de médico legista y el Ministerio de Salud Pública de la Nación lo nombró Director de Drogas, Medicamentos y Alimentos.

Seria largo enunciar todas las funciones en las que actúo y se destacó, digamos solamente que fue médico cirujano, ginecólogo y profesor de medicina.

Su brillante carrera quedó truncada el 17 de mayo de 2004, dia de su fallecimiento.

Al respecto valga decir que él mismo diagnosticó el mal que lo aquejaba y su irreversibilidad.

En conversaciones telefónicas conmigo -yo resido en estados Unidos- me lo hizo saber cuando evidenció los primeros síntomas.

Posteriormente me envió un mensaje de despedida como su amigo, que conservo con nostalgia y pena.

Viajé a Buenos Aires para seguir a la Antártida –pensé que lo haríamos juntos- y pude acompañarlo en sus últimos días.

Posiblemente me haya extendido mas allá de lo que debía ser una semblanza de un argentino cabal que predicó en la vida con su ejemplo por lo que pido disculpas si no supe ajustarme a una síntesis mas de acuerdo con el pedido del Dr. Lujan.

La memoria del que en vida fue el Suboficial Principal Expedicionario al Desierto Blanco y Dr. Hernán González Supery merece esto y mucho mas que no he sabido escribir.

Cierro esta recordatoria con palabras con que pretendí despedirlo ante su muerte.

En la viva mirada de sus ojos nunca hubo ni reproche ni desden, eran como dos profundos lagos de aguas siempre puras que vertían generosamente en las causas del bien y de lo justo.

Lo acunó la música de rotas cadenas de nuestra patriótica canción, su canto fue el de la libertad porque esa fue su vocación y se inspiró en la estirpe de los que todo lo dieron sin pedir nada.

El paño de la bandera cobijó sus sueños y premió sus esfuerzos.

Coronel (R) Expedicionario al Desierto Blanco
Dr. Jorge Julio Casimiro MOTTET
Desde Vero Beach, Florida, Estados Unidos

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