"Evans estaba perdiendo rápidamente el uso de las piernas. Cuando lo hemos metido en la tienda estaba comatoso, y ha muerto esta noche a eso de las diez sin recuperar el conocimiento..."

Anotación 17 de febrero de 1912 del diario de Scott.

La historia de la investigación y exploración antártica, es también la historia de las enfermedades que padecieron los primeros viajeros, exploradores e investigadores y que no solo supuso un alto precio en vidas, sino que condicionó el desarrollo de muchas expediciones, descubrimientos y en sí, la conquista del territorio antártico.

En un principio, cuando todavía la Antártida era un continente casi desconocido y solamente una pequeña parte de sus costas eran visitadas por veleros dedicados a la caza de sus reservas animales, ballenas, focas y lobos marinos; las tripulaciones de esas naves, veían como en sus largas travesías, alejados de toda posibilidad de suministros frescos y con alimentación a base de pan de galleta, conservas y salazones, el temido Escorbuto del que desconocían no solo su origen, sino más importante, su remedio, cobraba en cada viaje su precio en vidas, y lo hacía causando una muerte horrible entre grandes dolores que les hacían yacer inmóviles, con hematomas por todo el cuerpo, y la imposibilidad siquiera de alimentarse, pues las encías sangrantes e inflamadas lo hacían imposible.

Posteriormente cuando los primeros asentamientos antárticos fueron establecidos, en forma de factorías balleneras, nuevas enfermedades sumaron más victimas a la conquista antártica.

En estos asentamientos alejados de cualquier asistencia médica, pocos médicos se aventuraban a trabajar en aquel ambiente hostil, la asistencia sanitaria recaía en sangradores, barberos y en los propios compañeros de fatigas, sin ninguna instrucción sanitaria.

Las heridas y traumatismos, tan frecuentes en tan duros lugares; causados por accidentes no solo laborales sino derivados de la vida cotidiana y de las reyertas entre trabajadores, muchas veces turbados por el alcohol; supusieron la principal causa de muerte, como lo atestiguan los archivos de las factorías balleneras que se conservan; también las enfermedades generales, para las que no había apenas posibilidad de tratamiento y mucho menos de evacuación, contribuían a que la supervivencia se hiciera muy difícil, debe tenerse en cuenta que enfermedades tan comunes como una apendicitis o una pulmonía, resultaban con alta probabilidad de mortalidad.

Una vez que la exploración se fue extendiendo hacia el interior del continente, nuevos problemas siguieron añadiéndose a los previos, incrementados por la dificultad que suponía el enfrentarse a uno de los climas más adversos del planeta, en donde las enfermedades en las condiciones de frío, aislamiento, desgaste corporal y falta de medios técnicos, suponían una barrera tan impenetrable como la del propio hielo que todo lo rodeaba.

La alimentación y la protección adecuada contra el frío, eran los dos obstáculos principales que durante mucho tiempo frenaron el avance de las exploraciones.

En el primero de los casos, se precisaba de unos productos que aportaran un importante valor calórico, fuera equilibrado en su composición y ante todo se pudieran conservar y transportar en óptima condiciones.

Muchos productos fueron utilizados con mayor o menor éxito, siendo el Pemmican el más extendido con diversas composiciones, mezclas de diferentes grasas y carnes animales, que si bien eran un aporte calórico importante, no eran alimentos equilibrados, por lo que las enfermedades carenciales siguieron produciendo bajas entre los primeros exploradores.

Mejor suerte corrían aquellos que permaneciendo cerca de las costas antárticas, basaban su alimentación en la carne fresca de la caza de animales, cosa que evidentemente no sucedía en las expediciones que poco a poco se iban adentrando de forma intrépida y con gran dificultad en el continente. En este caso solo la carne de los perros, sus fieles compañeros, les proveyeron el alimento fresco con el que alejaban en parte, el fantasma de la desnutrición y las citadas enfermedades carenciales.

La exposición al frío, con los medios rudimentarios de protección, causó enormes dificultades a los expedicionarios pagando con hipotermias, congelaciones y cegueras, que aumentaron el número de muertes y amputaciones de miembros, hasta que el desarrollo de telas y prendas de protección fueron dando a los expedicionarios un respiro en su aventura.

Desde el comienzo de las expediciones, diversos médicos se fueron incluyendo en estas, incluso llegaron a comandar algunas de las más importantes como la del insigne Dr. CHARCOT, no solo guiados por su interés científico, sino ante la necesidad de tratar aquellas enfermedades que iban surgiendo y pese a sus medios de tratamientos muy limitados, iban mejorando la situación sanitaria.

Cuando se establecieron las primeras bases antárticas, en un principio de apoyo logístico a las exploraciones y posteriormente de investigación científica, se iba tomando conciencia que el avance del hombre en un ambiente tan adverso, requería del trato adecuado de aquellas enfermedades que limitaban el progreso y costaban tantas vidas.

De este modo se fue prestando mayor atención a los medios humanos y técnicos sanitarios que se incluían en dichas bases y expediciones.

La permanencia en el continente durante el largo invierno polar, constituyó un nuevo reto para la medicina en la Antártida; la larga noche polar con su falta de luz solar, tan necesaria para la salud humana, sumó nuevas carencias vitamínicas y trastornos de los ritmos vitales, lo que unido al total aislamiento, en grupos muy reducidos de personas y la monotonía del duro invierno, trajo consigo la aparición de enfermedades mentales y problemas graves de adaptación, comprometieron en más de una ocasión la seguridad de la base o expedición donde tuvieron lugar.

Problema importante constituyó siempre, y aún lo sigue siendo, el traslado de los heridos o enfermos; en primer lugar, eran prácticamente inexistentes los sitios adecuados para su tratamiento, las distancias a recorrer eran grandes y los medios de transporte, inapropiados para un herido, lo que añadía no solo nuevos riesgos sino más daños a los ya sufridos por la victima.

Muchos fallecieron a pesar del heróico esfuerzo, por parte de sus compañeros, incluso hicieron aumentar el número de victimas en estos traslados pues la premura de dar tratamiento o el rescate de la victima hizo, en más de una ocasión, descuidar la seguridad del resto.

Una vez finalizada la llamada “Etapa Heroica” de la exploración antártica, con el advenimiento de los avances tecnológicos y cuando la Antártida se ha dedicado a la investigación científica como único objetivo común del hombre, la asistencia médica constituye un objetivo prioritario para el personal que desarrolla allí su actividad.

Todas las bases antárticas, tanto las permanentes, como las temporarias, dotan a sus instalaciones de una zona de asistencia médica para las emergencias y enfermedades que puedan surgir.

Al mismo tiempo y antes de su incorporación a las actividades antárticas se procede a cuidadosos reconocimientos médicos al personal, para descartar aquellas personas que pudieran padecer enfermedades o condiciones sanitarias previas que pudieran verse agravadas por su trabajo en el ambiente polar; también el desarrollo de medios aéreos o marinos que facilitan en un tiempo razonable la evacuación de heridos o enfermos, ha hecho posible el, en otro tiempo impensable, traslado de las bajas para su asistencia, esto impensable en otro tiempo.

El futuro no está tampoco exento de nuevos retos para la medicina antártica, su aportación continuará siendo la investigación sobre la prevención y tratamiento de aquellas enfermedades que se desarrollan en el medio específico que supone la vida polar, además de la búsqueda de principios activos que contenidos en los elementos vivos de los fondos marinos pudieran dar lugar a nuevos medicamentos.

Dr. Antonio BENDALA AYUSO
Mayor Médico del Ejército Español (En Excedencia)
50 años de edad
Médico Neurocirujano - Médico Antártico
Médico de la Base Antártica Española "Gabriel de Castilla" en la isla Decepción
Campañas 1998/1999; 2001/2002 y 2002/2003;
Jefe del Campamento Temporal "Balleneros" en isla Decepción (Campaña 2002/2003)
Médico de la Primera Expedición Científica Española al Continente Antártico 2003/2004
Médico del Proyecto Científico GEODEC de la Universidad de Cádiz (2006/2007) a bordo del Buque Las Palmas.
Primer Asesor Médico del Comité Polar Español (2001/2008).

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