Fundación Marambio

Dos cartas, una historia, un cuento
Por Mardelengas (Bibiana del Corro)

No entendía por qué esto de tener que buscar en su casa información de cien años atrás. Qué importaba que su abuelo fuera patagónico y hubiera vivido en Ushuaia? Qué tenía que ver él con Malvinas si nunca estuvo allí. Pero bueno, era el único del sur en su clase y al profe se le había ocurrido que buscáramos info de la familia, "nada de los medios", nos había advertido. "Y vos -le dijo- sorprendenos, seguro que entre los suyos hay recuerdos de Malvinas". Claro -pensé pero no se lo dije-, es más fácil viajar a Malvinas el finde que encontrar algo en el garage de esa casa. Pero bue, se les ocurre cada cosa.

Como el trabajo era en grupo, nos metimos a revolver juntos. Al principio nos pareció un plomo, encima nos llenábamos de tierra. "Juan, busquen en la sección de los libros" me dijo la vieja de Carlos, y allá nos fuimos. Cajas, cajas y más cajas todas con libros, casi todas de literatura. Por suerte cada una tenía un papel pegado con el contenido escrito, así que las pasábamos rápido porque abríamos unicamente las que decían 'literatura argentina' y las vaciábamos buscando no sabíamos muy bien qué. Pero de Malvinas, no aparecía nada. Cuando el desparramo de libros sobre el piso ya casi no nos dejaba movernos, Carlos encontró una caja que decía "escritos míos- 2" ¿? Nos miramos. ¿Míos de quién? La abrimos.

Sacamos varias carpetas con hojas impresas: poemas, cuentos, artículos sobre literatura y otros temas, todo sin nombre de autor; también algunos libros y revistas, pero tampoco allí aparecía el de su abuelo. -Quizá tu abuela. -No, tampoco. -¿Un tío, tus bisabuelos? No era importante para lo que buscábamos, así es que dejamos de pensar en nombres. Ya íbamos por otra caja, cuando ví que en el interior, parado sobre un costado, había un cuadro de unos 30x40 cm; por el reflejo del vidrio apenas pude distinguir la bandera argentina y las islas Malvinas de fondo. Lo sacamos; habían enmarcado un sobre y una carta fechada el 2 de abril del 2012. Por fin algo!

Juntamos todas las carpetas en la caja y nos fuimos con nuestro botín al dormitorio, a preparar la clase por los 100 años de la Guerra de Malvinas y los cincuenta y siete de su recuperación definitiva, por la descolonización que un buen día se logró a nivel mundial. Mientras leíamos y pensábamos qué hacer caímos en la cuenta: la caja tenía el número 2, osea que faltaba por lo menos la número 1. ¿Y si ahí había algo de Malvinas, de 1982? Allá nos fuimos de nuevo. Esta vez lo hicimos rápido, sabíamos qué buscar y dónde; a los 15 minutos volvimos al dormitorio con dos cajas más. No estábamos equivocamos. Tampoco se había equivocado el profe, encontramos partes de la historia del país, guardadas, como sin voz -silenciadas.

A los doce años uno puede comprender y proyectarse más allá de lo que lee. Por eso nos dio un poco de vergüenza al pensar qué dirían de ese silencio histórico los argentinos que vivían en la provincia de Malvinas. Claro, estábamos en el 2082, el que quería iba a las islas de paseo como quien viaja a Cataratas... Quizá por eso solo se hablaba de Malvinas una vez al año, para el 2 de abril. Pero antes no era así: por lo que estábamos leyendo, después de la guerra no era nada fácil para un argentino llegar, ni siquiera de visita por unos días. Lo bueno es que hubo gente que se jugó y llegó, aunque estuvieran en poder de los ingleses.

Elegimos el tema para presentar en el curso: los libros y las revistas denunciaban la 'desmalvinización' como forma política en Argentina de hacer que la gente se olvide de las islas, y en contraposición hablaban del movimiento de posguerra por la "malvinización".

Este movimiento fue como una resistencia que hicieron los excombatientes y 'los malvineros' que apoyaron la causa, como decían los documentos. Además se colaban en Malvinas en las propias narices de los ingleses y claro, con cada uno que llegaba era para festejar. Entonces sí se hablaba de las islas, nuestras islas. El deseo de volver era como un arma de fuego pero más potente, porque no necesitaba matar para vencer.

Por lo que pudimos ver, perdimos una guerra pero después y a fuerza de ingenio, coraje y resitencia, fuimos ganando pequeñas batallas no oficiales ni registradas en los libros de historia. Durante y después de la guerra hubo un 'todo por la Patria -aunque nos duela-'. A este sentir lo encontramos en dos cartas.

Un combatiente escribió desde Malvinas y en plena guerra, hace cien años:


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El mismo hombre que treinta años después de la guerra pudo volver a Malvinas pero camuflando su identidad, y mandar una carta el 2 de abril de 2012. Se trata de una nota de un excombatiente a una malvinera –ahi lo supimos, era la bisabuela de Carlos-, ambos trabajaban por la malvinización.

El sello postal y la estampilla ya no dicen 'Puerto Argentino', no voy a escribir aquí ese nombre pirata, porque me duele como duele la patria-robada.

La leímos varias veces, en silencio quizá porque ese excombatiente llevaba nuestros nombres –Juan y Carlos. No nos alcanzó con solo ver la carta enmarcada, necesitábamos tenerla entre las manos, tocar el papel, darlo vuelta y ver si había algo más. Un anhelo de entrar en ese mundo de setenta años atrás, se nos iba colando. Era como una necesidad de sentir con la piel. Con cuidado desarmamos el cuadro, sacamos el sobre y la carta, buscamos con nerviosismo y sí, había más. Una hoja en blanco y una nota en un pedazo de papel que decía: "Esta hoja vino cubriendo la carta para que solo pudiera leerse abriendo el sobre. Por suerte JCL –que no fue el único argentino en Malvinas el 2 de abril, al cumplirse los 30 años de la recuperación de las islas, pero sí fue el único excombatiente rindiendo honores allí- me autorizó a hacerla parte de un cuento, para participar en el concurso 'Escribiendo por Malvinas -2012'. Otra manera de hacer la patria malvinizando."

Entonces recordamos que entre los libros había uno con el nombre del concurso y nos pusimos a buscarlo. Allí estábamos, él y yo reencontrándonos, nacidos hace setenta años en Tierra del Fuego y en un cuento; pero, cosa de la literatura y la vida, estábamos también en la escuela con nuestros doce años suspendidos en el tiempo, resistiendo. Y pensar que todo vino de la mano de un profe buscador de historias, ¿o quizá porque ya estaba escrito que así fuera, como cosa'e Mandinga futurista?


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Fue entonces cuando decidimos ser parte, nos vestimos de soldados, de malvineros, y fuimos a la escuela a compartir la carta y la historia ya hecha cuento. Otros compañeros también llevaron lo suyo; ese día vivimos un encuentro especial, de familiares que ya no están... pero están. No éramos los únicos sorprendidos por nuestro pasado; desde ese dos de abril empezamos a leer y a hablar sobre Malvinas. Hablamos durante años y proyectamos juntos. Tampoco fue difícil convencer a nuestros padres de que queríamos pasar las vacaciones de verano o algún finde bien largo en nuestras islas. De a poco nos fuimos familiarizando con el paisaje, el clima, la gente y la historia local, inclusive, desde antes de la guerra. Un día armamos las mochilas, descolgamos el cuadro de la pared del cuarto, juntamos libros, revistas y notas y nos vinimos a vivir acá. No fuimos los únicos, toda una comunidad de familiares de excombatientes y malvineros vinieron cuando cayó la colonia y volvió nuestra bandera a fusionarse con cielo malvinense, en este Puerto Argentino.

A los doce años un niño no es tan niño, puede comprender y proyectarse más allá de lo que lee, por eso estamos hoy en esta escuela, mi amigo Carlos y yo, testimoniando, desilenciando -como tantos otros, historiando la Patria en un vaivén de oleaje manso y constante entre el continente y las islas.

Y sí, es verdad... a los profes se nos ocurre cada cosa... Mardelengas - Junio de 2012

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